OPCIONES ÉTICAS PARA EL CRISTIANO
La tesis de este libro es que la ética debe tener sus raíces en la proposición de que existen los absolutos éticos. Esos absolutos están fundados en la ley moral que Dios ha revelado en su Palabra. Uno puede acercarse a Dios y su revelación puede ser comprensible a través del análisis intelectual. Esta afirmación es únicamente cristiana y es clave para aceptar absolutos éticos. Pero antes de examinar esta ley moral absoluta, debemos analizar la inclinación de nuestra sociedad actual hacia el relativismo. Esto es necesario porque los sistemas éticos relativistas son guías morales inadecuadas. ¿Por qué?
El relativismo cultural
Considere la opción del relativismo cultural. Este punto de vista arguye que cualquier cosa aprobada por un grupo cultural es correcta; lo que no sea aprobado por el grupo es incorrecto. Ya que no hay principios fijos para guiar el desarrollo de códigos morales, la cultura determina lo que es bueno y malo. Cada cultura desarrolla sus propias normas morales, y ninguna otra cultura tiene el derecho de juzgar el sistema de valores de otra cultura.
Considere las consecuencias del relativismo cultural. La existencia de normas culturales variadas no se puede negar. Si estas diferencias culturales deben existir o si todos los enfoques culturales deben ser iguales es algo que tiene que ser decidido por otro método. Tiene que existir algo trascendente para resolver estas diferencias culturales. Además, si la cultura determina la validez de conducta moral, no podemos condenar ninguna acción aceptada dentro de su propia cultura. Por ejemplo, los nazis estaban actuando de acuerdo con su propio enfoque cultural. Ellos creían que los judíos eran una amenaza a su raza aria perfecta. Por lo tanto, era lógicamente consecuente con sus normas culturales tratar de purificar la civilización europea de todos los judíos. Siguiendo el relativismo cultural, ¿se puede condenar el nazismo?
Los resultados recientes en la educación superior indican otra consecuencia del relativismo cultural. Algunos estudiantes no están dispuestos a oponerse a atrocidades morales grandes (incluyendo el sacrificio humano, la purificación étnica, y la esclavitud), porque piensan que nadie tiene el derecho de criticar las convicciones morales de otro grupo u otra cultura. El profesor Robert Simon, quien ha estado enseñando filosofía durante veinte años en Hamilton College en Clinton, New York, indica que sus alumnos reconocen que ocurrió el holocausto, pero no pueden decir que fue incorrecto matar a millones de personas. Entre 10% y 20% deploran lo que han hecho los nazis, pero su desaprobación se expresa como un asunto de preferencia personal, y no de juicio moral. Un estudiante dijo a Simon, «Por supuesto que no me gustan los nazis, pero ¿quién puede decir que están equivocados?»
Otro profesor, Kay Haugaard, de Pasadena College en California, escribió acerca de una estudiante de literatura que dijo acerca del sacrificio humano, «Realmente no sé. Si era una religión que tenía mucho tiempo…» Haugaard estaba asombrado que su estudiante no pudiera emitir un juicio moral. «Esta estudiante era una mujer que había escrito apasionadamente acerca de salvar a las ballenas, acerca de su preocupación por los bosques nativos, y acerca del rescate y cuidado de un perro extraviado».3
El relativismo cultural también puede llevar al relativismo individual. La verdad en este mundo postmoderno está relegada al individuo o al grupo. Lo que sea verdad para uno no es necesariamente la verdad para otro. Las verdades de cada grupo son igualmente válidas, porque están basadas en una perspectiva personal. El resultado de esta situación absurda me recuerda del libro de los Jueces —«Cada uno hacía lo que bien le parecía» (17:6). El relativismo cultural lleva a la anarquía social y ética.
Finalmente, el relativismo cultural promueve una inconsecuencia inaceptable. Negando la existencia de todos los absolutos morales, el sistema quiere proclamar su propio absoluto —¡la cultura!4 El argumento del relativista ético se puede resumir en tres proposiciones:
Lo que se puede considerar moralmente bueno o malo varía entre una sociedad y otra, de modo que no hay normas morales universales sostenidas por todas las sociedades.
El hecho de que sea correcto que un individuo actúe de cierta manera depende de, o es relativo a, la sociedad a la cual pertenece.
Por lo tanto, no hay normas morales absolutas que se apliquen a toda la gente en todo lugar y en todo tiempo.5
La falacia de hacer que la cultura sea el absoluto se expone en el momento que el pecado entra en la discusión. Ya que el pecado es rebelión en contra de Dios, no se puede esperar consistencia entre las normas morales en las variadas culturas, a pesar de la condenación universal del asesinato y el incesto, por ejemplo. La lucha para aplicar incluso estas normas en contra del asesinato y el incesto es más evidencia de que la humanidad necesita ser redimida. No hace inválidos los absolutos éticos revelados en la Palabra de Dios.
La ética situacional
Otra opción es la ética situacional, popularizada por Joseph Fletcher.6 El meollo de su argumento se centra en negar principios morales absolutos, porque se ponen por encima de las personas. El único absoluto que se puede afirmar es el amor. Pero ¿cómo se define este amor universal? Para Fletcher, hay que definirlo en un sentido utilitario. Cualquier acción que produce más placer y menos dolor, el mayor beneficio para la mayor cantidad de personas, es un acto de «amor». En otras palabras, como sugiere Lutzer, el fin justifica los medios.7 En su concepto utilitario del «amor», el adulterio o la mentira se puede justificar.
En el mundo de Fletcher, si un marido está casado con una mujer discapacitada, sería un acto de amor tener una relación adúltera con otra mujer, porque no puede satisfacer sus necesidades con su esposa. También un aborto es justificable, porque un bebé que no fue deseado ni planificado no debe nacer. Es un acto de amor tener un aborto en tales situaciones. Pero esto no se puede defender bíblicamente, porque ¿quién decide lo que es un acto de «amor»? ¿Quién decide cuál es la definición de «beneficio mayor»? Volvemos a un subjetivismo en que cada persona decide lo que es su propia definición del «bien» y del «amor».
El conductismo
Una tercera opción ética es un producto de la psicología conductista. Esta posición sostiene que sea a través de la genética o del medio ambiente, los seres humanos son producto de fuerzas más allá de su control. Por lo tanto, los valores morales y los asuntos éticos son simplemente el producto de la estructura genética o de factores del medio ambiente. El resultado es que las personas no son responsables por su conducta personal.
Uno de los representantes mayores del conductismo fue B. F. Skinner, psicólogo famoso de Harvard.8 Después de trabajar con palomas, Skinner creía que podría modificar la conducta de cualquier ser humano. Arguyó que la ética está basada enteramente en las respuestas a los factores determinantes del medio ambiente. La libertad humana y la dignidad son conceptos anticuados que debemos descartar si la raza humana aspira a sobrevivir. Utilizando las técnicas manipuladoras y determinantes que son centrales para el conductismo, Skinner sostenía que «el hombre todavía no ha descubierto lo que el hombre puede hacer para el hombre». Debemos estar dispuestos a abandonar la libertad humana y deshacernos de la dignidad humana para que la raza humana pueda sobrevivir.
La Biblia no permite nada de eso, más bien hace resonar claramente la proposición de que los seres humanos somos responsables por nuestras acciones (Romanos 1–3). Aunque es un factor, el medio ambiente no explica totalmente las acciones de una persona. Excusar las acciones de alguien como un producto exclusivamente de su ambiente va en contra de la doctrina bíblica del pecado. Los humanos, porque están en rebelión contra Dios, son culpables del pecado y necesitan la redención. Nadie puede pararse delante de Dios, dando una explicación conductista para justificar su pecado.
Una defensa de absolutos éticos
Erwin Lutzer propone este argumento convincente: «Si el naturalismo es falso y el teísmo es verdad, entonces Dios es responsable por todo lo que existe, y la revelación es posible. Y si la revelación es posible, entonces normas absolutas son posibles, si Dios desea darlas a conocer».9
Entonces la pregunta es, ¿Dios ha elegido darlas a conocer? La respuesta rotunda es que sí. Él ha decidido revelarse en su Hijo (Hebreos 1:1–4), en su creación (Salmo 19; Romanos 1:18ss.), y en su Palabra (Salmo 119:2; 2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:21). Sabemos del Hijo por la Palabra. Estas verdades proposicionales forman la base para los absolutos éticos.
¿Cuáles son estas verdades proposicionales que constituyen la base ética para el cristiano?
1. La revelación moral de Dios en su Palabra es una expresión de su propia naturaleza. Él es santo, y por lo tanto, insiste en que sus criaturas humanas también tengan esa característica. Si no, resulta en juicio. He aquí la necesidad de la expiación sustitutiva. Al apropiarse de esa obra expiatoria por fe, el ser humano es considerado santo, y por lo tanto aceptado por Dios. Lo mismo se puede decir acerca de las normas éticas acerca de la verdad, la belleza, el amor, la vida, y la sexualidad.
2. El sistema moral y ético de Dios consiste en más que una conformidad externa con su código moral; se centra en la conformidad con asuntos interiores de motivación y actitudes personales. La enseñanza de Jesús en el Sermón del Monte destaca este punto. La norma ética de prohibir el adulterio involucra más que un simple acto externo; involucra codiciar a otra mujer en el corazón (Mateo 5:27, 28). La norma ética de prohibir el asesinato involucra más que el acto externo; involucra evitar la amargura, el odio, y el enojo en el corazón (Mateo 5:21, 22).
3. Dios provee los criterios absolutos para determinar el valor de los seres humanos. Otros criterios como lo físico, económico, mental, y sociocultural no son adecuados para determinar el valor del ser humano pues son arbitrarios y relativos. Por ejemplo, Francis Crick, el biólogo ganador del premio Nobel, ha promovido leyes en que los bebés recién nacidos no serían considerados legalmente vivos hasta tener dos días de vida, y hasta ser clasificados con buena salud por examinadores médicos. El ex-senador Charles Persy de Illinois arguyó que el aborto es un buen negocio para el que paga impuestos, porque es mucho más barato que la ayuda social del gobierno. Winston L. Duke, un físico nuclear, afirma que la razón debe definir a un ser humano como alguien que demuestra conciencia de sí mismo, voluntad, y racionalidad. Por lo tanto, algunos hombres que no manifiestan estas cualidades no son seres humanos. Finalmente, Ashley Montagu, antropólogo británico, cree que un bebé no es humano al nacer. Al contrario, nace con la capacidad de llegar a ser humano al ser moldeado por las influencias sociales y culturales.10
Dios creó a los seres humanos a su imagen (Génesis 1:26ss.) y estableció sus criterios absolutos para determinar el valor de los seres humanos. Ser la imagen de Dios significa que los seres humanos son semejantes a Dios. Los humanos poseen la conciencia de sí mismos, voluntad propia, y responsabilidad moral, tal como Dios. Lo que perdieron los humanos en la caída (Génesis 3) fue la justicia, la santidad, y el conocimiento, los cuales son renovados en el cristiano al ser conformado a la imagen de Cristo. La teología llama a estos atributos comunicables (por ejemplo, el amor, la santidad, la misericordia, etc.), ya que pueden estar presentes en los humanos. Ser hechos a su imagen también significa que los seres humanos representamos a Dios. El propósito de Dios al crear a los humanos es funcional (Génesis 1:26, 27). Los humanos tienen la responsabilidad de dominar sobre la creación, fructificar, y multiplicarse. Los humanos representan a Dios como mayordomos de toda la creación. Este concepto se enfatiza en Génesis 2, y se repite en Salmo 8 y 110. El hombre es vicesoberano sobre la creación, con el poder para controlar, regular, y frenar su potencial. La caída no abolió esta mayordomía. Al contrario, Satanás es el usurpador y enemigo del hombre en este rol de dominio. El hombre vive sin armonía consigo mismo y con la naturaleza. Creado para gobernar, el hombre encuentra que la corona ha caído de su cabeza.11
Como proponía Francis Schaeffer, «A diferencia del concepto evolutivo de un comienzo impersonal más tiempo más casualidad, la Biblia nos da un relato del origen del hombre como una persona finita hecha a la imagen de Dios…»12 Los humanos tenemos personalidad, dignidad, y valor, y somos maravillosamente únicos. A diferencia del enfoque naturalista, en que no hay diferencia cualitativa entre el hombre y otras formas de vida, la Biblia declara el valor infinito de todo ser humano. Esta proposición forma la base para examinar todos los asuntos éticos relacionados con la vida, y provee el fundamento para los cristianos inmersos en una cultura cada vez más pagana, de manera que puedan defender el enfoque divino acerca de los seres humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario