jueves, 20 de junio de 2024

Eutanasia

LA EUTANASIA

Como el aborto, la eutanasia es un asunto crítico hoy. La presión de usar la eutanasia está creciendo. En un mensaje famoso, el ex-gobernador de Colorado, Richard Lamb, dijo que los ancianos deben morir, apoyando la eutanasia, para dejar lugar para los jóvenes, que no pueden costear la ayuda médica que necesitarán. Como la gente vive más y más tiempo, y con el aumento en los costos médicos, la presión para practicar la eutanasia como solución será fuerte durante las próximas décadas. ¿Qué debemos opinar los cristianos acerca de la eutanasia, el suicidio asistido por un médico, y «la muerte con dignidad»? La opinión acerca del aborto frecuentemente da una idea de lo que será la opinión acerca de la eutanasia, porque los dos asuntos tienen que ver con el valor de la vida humana. Ya sea que la vida esté en el vientre de la madre o en el lecho de muerte a la edad de 90 años, las dos tienen infinito valor para Dios; las dos llevan su imagen.

Definición de la eutanasia

El término eutanasia viene de dos palabras griegas que significan «bien» o «buena» y «muerte». Hoy en día se asocia con lenguaje que trata de suavizar la realidad de la muerte. La «muerte con dignidad» se enfoca en establecer constitucionalmente el derecho de los humanos de morir de la manera que deseen. Normalmente el punto de referencia es la vejez, cuando los sistemas corporales están empezando a fallar. «Matar con misericordia» se refiere a tomar la vida de una persona o permitir que tome su propia vida para poner fin al sufrimiento que acompaña una cierta enfermedad o alguna condición física específica.

El concepto de la eutanasia involucra varios tipos o métodos que se usan para realizar la muerte. La eutanasia es voluntaria o involuntaria dependiendo de si el paciente pide la muerte o si tiene un papel activo en decidir que va a morir. La eutanasia es activa o pasiva, dependiendo del método usado para realizar su muerte. La eutanasia pasiva involucraría, por ejemplo, simplemente permitir que el cuerpo muriera por medios naturales, sin intervenir. La decisión de no conectar al paciente con una máquina respiradora o con un corazón artificial serían ejemplos, porque la muerte es segura. La eutanasia activa significa activamente tomar la vida de un ser querido con alguna arma, o remover el equipo que sostiene la vida del paciente, provocando la muerte. La eutanasia directa o indirecta tiene que ver con el rol del paciente que muere de una acción específica. El suicidio asistido por un médico, donde el médico le da al paciente el equipo o el medicamento para terminar su vida, sería un ejemplo de la eutanasia directa. El Dr. Jack Kevorkian de Michigan promueve este tipo de eutanasia. Todos los tipos están siendo practicados con cada vez mayor frecuencia.

Un enfoque cristiano de la muerte y la vida

Un creyente en Cristo tiene un enfoque de la muerte distinto al no creyente. La muerte en las Escrituras es claramente el juicio de Dios sobre el pecado. Dios dijo a Adán que si comía del árbol en el huerto, moriría. Cuando él y Eva comieron, los dos experimentaron la separación de Dios que resultó del pecado, y eventualmente también experimentaron la muerte física (Génesis 2 y 3). Por lo tanto, el pecado gana la autoridad sobre el hombre y da por resultado la separación de Dios —la muerte.

La muerte, el entierro, y la resurrección de Jesucristo dio el golpe fatal al pecado e hizo que la muerte fuera impotente en la vida del creyente. Ya que Jesús conquistó la muerte en su resurrección, el creyente no necesita temer la muerte. Aunque una persona puede morir físicamente (el alma se separa del cuerpo), no es permanente, porque tenemos la promesa de la resurrección. Así Pablo puede escribir en 1 Corintios 15:54–55, «Sorbida es la muerte en la victoria. ¿Dónde está, o muerte, tu aguijón? ¿Dónde, o sepulcro, tu victoria?»

Ante la posibilidad de la muerte, el creyente en Cristo debiera enfrentarse a ella con un dilema. Pablo nos deja ver algo de esta situación cuando escribe, «Para mí vivir es Cristo, y morir es ganancia» (Filipenses 1:21). La muerte significa estar con Jesús y terminar con todas las luchas, tanto físicas como espirituales. Aunque no se puede explicar, la muerte es la puerta a través de la cual pasa el cristiano para estar con Cristo. No hay otro camino, excepto el retorno de Cristo para buscar su iglesia, por el cual el cristiano pueda estar con Cristo. Por lo tanto, hay una constante atracción para ir al cielo, y una constante atracción para quedar y servir el Señor aquí en la tierra. La muerte está en las manos soberanas de Dios.

A la misma vez, la Biblia enseña que cada persona, creyente y no creyente, es digna de respeto. Siempre es apropiado y éticamente correcto luchar por la vida. Eso es porque el hombre y la mujer son creados a la imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26, 27). La vida humana es sagrada (Génesis 9:1–6), y no debemos menospreciar o maldecir a nadie (Santiago 3:9, 10). Tratar a un ser humano que lleva la imagen de Dios, de una manera indigna, o voluntariamente destruir la vida, o asumir una posición de autoridad por sobre la vida y la muerte de otra persona, está fuera de la voluntad de Dios. La Biblia afirma el valor intrínseco de cada ser humano, sin importar su edad o su condición. En una palabra, este es el enfoque de vida judeocristiano.

¿Cuáles son algunas implicaciones de este enfoque que da un valor muy alto a la vida? Primero, parece lógico que la vida es tan valiosa que debe ser terminada solamente cuando hay consideraciones muy extraordinarias que obligan a hacer una excepción. En Holanda, por ejemplo, el parlamento ha autorizado a los médicos a ayudar a individuos a suicidarse si están sufriendo de enfermedades terminales o de ciertos desórdenes emocionales/mentales. El Dr. Jack Kervorkian ha ayudado a 100 personas a suicidarse, algunas de las cuales estaban sufriendo de depresión clínica. Es difícil justificar tales acciones tomando en cuenta las Escrituras. Tales prácticas menosprecian la vida, tratan al ser humano como si tuviera poco valor o dignidad. En resumen, permitir la eutanasia en forma tan generalizada es crear una cultura de la muerte.

Otra implicación del enfoque judeocristiano de la vida es que define a la persona en términos biológicos. Como se defendió en el último capítulo, un ser humano es una persona cuya vida comienza al ser concebida, y no al nacer. No se define «persona» según el coeficiente intelectual, o sentido de un futuro, o capacidad de relacionarse con otros humanos, o cualquier otro criterio (veremos más acerca de estos criterios más adelante). El punto es que Dios crea la vida, define su comienzo en la concepción, y sostiene la vida. Los humanos que creemos su palabra tendremos el mismo enfoque y lucharemos siempre por la vida. Terminar la vida en una manera premeditada, como lo hace el Dr. Kevorkian, o como se hace en el suicidio asistido, viola el enfoque bíblico que otorga mucho valor a la vida.

La ética de la calidad de vida

Durante las últimas décadas en la cultura general de la civilización occidental, pero especialmente en la medicina, una nueva ética está reemplazando la ética judeocristiana expresada arriba —la ética de la calidad de vida. En el centro vital, esta nueva ética da un valor relativo, y no absoluto, a los seres humanos. Permítame citar algunos ejemplos:

Joseph Fletcher arguye que el infanticidio (matar a infantes) y la eutanasia son aceptables porque los seres humanos tienen la obligación moral de aumentar el bienestar donde sea posible. «Todos los derechos son imperfectos», dice, «y pueden no ser tomados en cuenta si la necesidad humana lo requiere». Fletcher es un utilitario que cree que las normas morales objetivas son irrelevantes en la determinación del bien y del mal. Solamente lo que produce el mayor beneficio a la mayor cantidad de personas es correcto. Continúa, «La felicidad humana y el bienestar humano constituyen el bien mayor… y…por lo tanto, cualquier fin o cualquier propósito que se conforme a ese ideal o esa norma es justo, correcto, bueno». El suicidio y la muerte misericordiosa son aceptables según Fletcher, porque «un fin moralmente bueno puede justificar un medio relativamente malo».18

Para Fletcher, para ser clasificado como ser humano, alguien tiene que cumplir con ciertos requisitos como una inteligencia mínima, un sentido del pasado y del futuro, una capacidad de relacionarse con otros, y un equilibrio entre razón y sentimientos. Por ejemplo, es cuestionable si un hombre con un coeficiente intelectual de 40 sea una persona; si el coeficiente es 20 o menos, definitivamente no es persona. Siguiendo la lógica de Fletcher, un infante, un adulto, o un anciano con una enfermedad cerebral degenerativa no cumple con estos requisitos, y así pierde el derecho a la vida.

Michael Tooley, filósofo, previamente en la Universidad Stanford, y ahora en la Universidad de Colorado, piensa que es lamentable que la mayoría de la gente utilice términos como «persona» y «ser humano» en forma intercambiable. Las personas tienen derechos, pero no cada ser humano puede ser considerado una persona. Su regla: un organismo posee un derecho serio a la vida solamente si posee el concepto de sí mismo como un sujeto continuo de experiencias y de otros estados mentales, y cree que él mismo es una entidad continua. Para Tooley, el infanticidio se permite hasta una semana después del nacimiento. Se supone que un anciano con una enfermedad cerebral degenerativa tampoco cumpliría con sus requisitos y perdería el derecho a la vida.19

Esta nueva ética de la calidad de vida produce temor. Rechazando cualquier absoluto ético, este sistema huye a criterios subjetivos para definir el valor de la vida, y termina justificando tanto la eutanasia como el infanticidio. Viola cada aspecto del valor de la vida, como se expresan en el concepto de la imagen de Dios, y pone a seres humanos en el trono en lugar de Dios soberano. Usando criterios subjetivos, la ética de la calidad de vida entrega el poder a otros seres humanos para decidir quién vive y quién muere.

Otra alternativa: el hospicio cristiano

Este capítulo ha rechazado la tendencia de la cultura actual de redefinir a la «persona» y justificar la eutanasia. No obstante, ¿qué debe hacer un cristiano cuando se le diagnostica a un ser querido una enfermedad terminal? ¿Qué se debe hacer cuando alguien tiene Alzheimer o la enfermedad Huntington? ¿Qué hacemos cuando alguien tiene cáncer doloroso, y le dan solamente unos meses o años de sufrimiento y dolor, seguido por la muerte?

No hay respuesta fácil, pero el movimiento del hospicio cristiano ofrece una alternativa sólida para cristianos hoy. A veces se le provee el cuidado para un paciente que está muriendo en un hogar especial o en su propia casa. Involucra el manejo del dolor con drogas, dando consuelo, y la provisión del servicio diario para suplir las necesidades humanas, sea lo que sea la situación. El cuidado se complementa con el ánimo espiritual de la Palabra de Dios, mezclada con oración y oportunidades de edificación, recordándoles de la bondad de Dios y de la vida eterna. La muerte no es fácil, pero como se mencionó antes en este capítulo, el cristiano mira la muerte de una manera distinta al no creyente. Las manos amorosas, comprensivas, cicatrizadas de Jesús se extienden a recibir a su hijo en su hogar celestial. El cuidado del hospicio provee una alternativa digna, honrando la creación de Dios (la vida), mientras prepara a los santos que están muriendo para recibir la promesa que les espera. Preserva la dignidad de la vida que otros que matan por «misericordia» prometen, pero que no pueden dar.

Gerald Nyenhuis and James P. Eckman, Ética Cristiana (Miami, FL: Editorial Unilit, 2002), 229–235
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ADONAY ROJAS ORTIZ
Pastor
http://adonayrojasortiz.blogspot.com


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